domingo, 30 de agosto de 2009

La raíz del problema.


Hay cosas que no entiendo y nunca entenderé. ¿Qué nos hace diferentes?
Xenofobia, racismo, homofobia, misoginia... es cierto que escritas no son más que palabras, pero ojalá solo lo fueran en nuestra sociedad, ojalá simplemente se quedaran escritas en papeles.

Aun no entiendo que nos hace diferentes a los ojos de mucha gente. Que diferencia hay en tener una pigmentación más oscura en la piel u otra más clara, ser de una religión o de otra totalmente distinta, tener unos gustos u otros, ser hombre o mujer...
¿Porqué existen esas barreras?

Cientos de personas llevan años jugándose la vida, cruzando el estrecho en pequeñas embarcaciones para, simplemente, alimentar a su familia.
Y ¿qué hacemos nosotros?
Les damos la espalda.

Ya no hablo de la política que tiene nuestro gobierno de repatriarlos a su país (por no decir que los echan a patadas), yo hablo de nuestra propia política, de los prejuicios, de nuestra forma de ver a esas personas.
Esas personas que se conforman con hacer el trabajo que nosotros no queremos hacer, esas personas humildes que buscan un trozo de pan a cambio de duro trabajo bajo el sol... Y sin embargo, mucha gente los sigue viendo como delincuentes, como algo que nos perjudica en nuestra vida diaria... sin saber que ellos perjudican mucho más con su forma de pensar. Despreciar a una persona por su color sí que debería ser delincuencia.

Y ¿Porqué hablo de esto? Pues porque sigo viendo prejuicios en la gente, porque sigo escuchando insultos racistas y porque no estamos creando una sociedad de igualdad y respeto. Y si ni si quiera respetamos a los de nuestra misma especie, dudo que tengamos en cuenta a nuestros compañeros los animales.

Tampoco me olvido de tantos años de superioridad sobre la mujer, esos años de misoginia que, por desgracia, se siguen escuchando y demostrando con la asquerosa violencia de género. Asco me dan todas aquellas personas que son capaces de levantarle la mano a la persona a la que quieren.


Y ahora olvidémosnos de las barreras que ponen los de arriba y empecemos por romper las que ponemos nosotros mismos. Esas son las barreras que verdaderamente hacen retroceder a una sociedad.
Tomemos de una vez conciencia de los verdaderos problemas que sufrimos, comencemos por cambiar nuestra forma de ver las cosas y a las personas, a sacar de nuestra cabeza la asquerosa publicidad sexista, a no conformarnos con lo que nos den y luchar siempre por la justicia y la igualdad. Esa es la base para que empecemos a avanzar de una vez.
Construir un futuro de igualdad y respeto está en nuestras manos.

Y termino con una frase de Bob Marley que encontré en una bolsita de azúcar en una cafetería:

"Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos"

Un saludo.
Pablo Escribano.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Lo que se esconde detrás de nuetras comodidades.


Muchas son las acciones que llevamos a cabo y que, indirectamente, perjudican muy seriamente a nuestro planeta y a nuestra propia especie.
Vivimos en el Primer Mundo, un mundo de consumismo, un mundo de gastos innecesarios, una vida acelerada... Unos con mucho y otros con tan poco...

Desde que nacemos vamos aprendiendo lo que son las prioridades, y lo anteponemos ante todo. Pero cuando son cubiertas esas necesidades, entonces recurrimos a lo que no necesitamos para hacer nuestra vida más fácil. Claro está que al final acabamos dependiendo de ello.

Me miro a mi mismo y pienso en todas las cosas que tengo y que, en realidad, cuando no las tenía seguía siendo feliz.
Tengo un ordenador, un Ipod, un móvil... Pero,¿realmente me son necesarias esas cosas?
Hay millones de personas que tienen que vivir con menos de 1 euro al día y son capaces de recorrer cientos de kilómetros a pie, para dar de beber a su familia agua potable.
Nunca lo había pensado, ya que yo sólo tengo que mover una palanca y de ahí saldrá agua potable y fresca. Sí, he tenido mucha suerte.

Pero ¿hasta que punto nuestras acciones afectan a los del Tercer Mundo?

Hablemos de un ejemplo que está a la orden del día.
El Coltán es una mezcla de dos minerales (columbita y tantalita) que se utiliza en la industria de las telecomunicaciones y es base fundamental de todo el progreso y el avance de la industria electrónica.
Su importancia se debe a que se le atribuye el origen de las guerras étnicas de África Central, que ya han causado más de cinco millones de muertos.

Este material tiene un extraordinario valor por sus preciadas propiedades.
La superconductividad (capaz de soportar temperaturas muy elevadas, se funde a 2996ºC), su capacidad para almacenar carga eléctrica temporal y liberarla cuando se necesita, y su alta resistencia a la corrosión, lo han convertido en un material imprescindible para la fabricación y miniaturización de condensadores para teléfonos móviles, ordenadores, pantallas, sistemas GPS...

El problema es que el 80% de las reservas mundiales se encuentran en la República Democrática del Congo, seguida de Australia con un 10% y de Tailandia y Brasil con un 5% cada uno.
Esta ha sido la causa de la explotación infantil en el Congo, estimándose que por cada kilo de coltán han muerto entre dos y tres niños.
Según los últimos datos ofrecidos por el Gobierno Congoleño, en 2007 se exportaron cerca de 428 toneladas de coltán de la región de Kivu.
Hagan cuentas, es escalofriante.

Sin olvidar el gran impacto ambiental que surge de la extracción de estos minerales.
Sin ir más lejos, el Congo alberga, después del Amazonas, el segundo pulmón mas grande del mundo, con 100 millones de hectáreas de selva y el 70% del agua dulce de África.
Pero la deforestación es inevitable, ya que necesitan mucha madera para "acomodar" la extracción de estos minerales a los mineros.
A ello se le suma la contaminación de las corrientes con el limo procedente de procesos de lavado.
Todo un desastre con un único objetivo. Hacernos la vida más fácil.

El reciclaje sería una buena opción si no fuera tan caro y contaminante.

Pues sí, esto es todo lo que hay detrás de nuestros teléfonos móviles y diferentes productos que compramos por puro placer.
Me podrás decir que no lo quieres ver, que prefieres mirar hacia otro lado (ojos que no ven, corazón que no siente), pero no me podrás negar que podemos hacer algo.

Es cierto que la mayoría de nosotros no tenemos la capacidad de poder llegar a estos países y ayudarlos directamente, pero sí que podemos reducir el consumo de cosas que verdaderamente son imprescindibles.

Hay una frase (que ya la puse anteriormente en otro artículo de este blog) de un hombre al que admiro por todo lo que hizo, ese es Ghandi.

"Vive más sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir"

Un saludo.
Pablo Escribano.